8 de noviembre de 2025

Reformar el Estatuto, ¿para qué?

Exigiría un preámbulo que describa los años de violencia. Ofrecería la ocasión de integrar en el marco jurídico político a la segunda (quizá primera) fuerza del país

En el reciente aniversario del Estatuto de Gernika han vuelto los mensajes sobre la necesidad de su reforma y sobre las dificultades políticas de esa reforma, centradas en la inclusión en él de algún tipo de fórmula que garantice el llamado ‘derecho a decidir’, aunque su ejercicio quedara postergado al cumplimiento de determinadas circunstancias. Esta sería la posición Bildu, mientras que la pretensión PNV se centra, al parecer, en una fórmula que pone en la soberanía sus objetivos, mediante lo que el propio lehendakari ha llamado «un concierto político», es decir, una especie de bilateralismo con el Estado que permita al País Vasco blindar sus competencias, evitando cualquier interferencia estatal y poder decidir así qué leyes o disposiciones estatales serian aplicables en nuestra comunidad autónoma.

Sorprende que todo el debate de la reforma se centre en las demandas nacionalistas y que los partidos mayoritarios del país marginen ,incluso desprecien, otros objetivos, a mi parecer más importantes, en esa reforma. Una reforma del Estatuto es la ocasión perfecta para abordar algunas modificaciones en el sistema institucional interno de nuestra comunidad, que presenta duplicidades competenciales notables entre diputaciones forales y Gobierno vasco y que adolece de mecanismos que ordenen y armonicen la fiscalidad en tres pequeños territorios, con tres haciendas provinciales, y que lo hagan con lealtad al Estado y a la Unión Europea, condición sine qua non de su permanencia. 
Un acuerdo interno entre las fuerzas políticas vascas sobre este delicado entramado institucional permitiría resolver nuestras conocidas diferencias sobre la relación entre territorios históricos y Gobierno vasco y quizás reducir algunos excesos administrativos ,al tiempo que se eliminan duplicidades competenciales.

El Estatuto de Gernika es un texto breve y esquemático, dirigido a levantar el edificio autonómico sobre las bases, muy iniciáticas, del Título VIII de la Constitución. Más allá de los órganos institucionales y las competencias, el Estatuto nada dice de las relaciones de los ciudadanos vascos con sus órganos de poder. Una reforma nos permitiría elaborar una verdadera carta de derechos y deberes de los ciudadanos que conformarían los parámetros de nuestro contrato social.

Una precisa definición de derechos ayudaría a configurar los grandes servicios públicos, cuya competencia es enteramente autonómica, y otorgaría a las reclamaciones ciudadanas un soporte jurídico fundamental. A su vez ,la definición de nuestros deberes nos corresponsabiliza con las libertades y los derechos de los otros y establece nuestras obligaciones contributivas al funcionamiento del conjunto del país. Sería una especie de ‘título constitucional’ sobre los derechos fundamentales de los vascos en relación con su autogobierno.

Han pasado ya casi 15 años desde que acabó la violencia y es tiempo de mirar juntos al pasado y tratar de ir cerrando las heridas que dejó, en todos nosotros, tanta tragedia sufrida durante 50 años. Una reforma de nuestro Estatuto exige un preámbulo ‘ad hoc’, una ‘literatura constitucional’, que describa ,por una parte, lo que han significado estos años de autogobierno, lo que ha funcionado bien y lo que no, el sentido de la reforma. Pero también lo que ocurrió con la violencia, un relato sobre lo que nos sucedió, un relato histórico consensuado ,que nos permita reconocernos a todos en las víctimas como testimonio de la verdad.

Ese momento, además, ofrecería la oportunidad y el lugar para que la izquierda abertzale expresara (lo que todavía no ha hecho) el reconocimiento de su responsabilidad, en un contexto de perdón y reconciliación general. Un relato que recogiera una mirada autocrítica de la sociedad vasca hacia ese pasado, pero que se proyectara hacia un futuro colectivo que queremos emprender juntos. Se trataría de un texto ‘escrito a cuatro manos’, es decir, recogiendo las cuatro grandes sensibilidades políticas y sociales que integran nuestra comunidad en sus opciones partidistas, expresando así la pluralidad de interpretaciones sobre el pasado y proyectando hacia el futuro su voluntad de convivencia.

No es tarea fácil pero ¿no sería esta una causa suficiente como para abordar esta reforma? ¿No sería esta la ocasión para formalizar la integración en el marco jurídico político de la segunda (o quizás de la primera) fuerza política del país? Sorprende oír hablar de la reforma estatutaria a PNV y Bildu sin comentar siquiera estas miradas interiores, tan oportunas como necesarias, y sorprende aún más oírles hablar de una reforma que, además de inviable jurídica y políticamente, rompería el consenso social que obtuvo el actual Estatuto y dividiría en dos el país, echando por tierra un marco en el que hoy estamos todos (incluido Bildu, aunque no lo digan).

Publicado en El Correo, 8 Noviembre 2025

7 de noviembre de 2025

La ofensiva reaccionaria.

Hay un corpus doctrinal, una ideología que vertebra todos los episodios y cambios que creíamos esporádicos y reversibles. ¿Cuáles son los rasgos de esa ofensiva que bien podemos llamar neoreaccionaria?

No se trata solo de Trump. No te consueles pensando que dentro de tres años se irá definitivamente y esta ola será solo un mal recuerdo. El telón de fondo de todo lo que está sucediendo en el ámbito geopolítico e ideológico, en los valores que presiden nuestra convivencia y en la crisis democrática que sufren nuestros estados de derecho, es más profundo y serio que lo que imaginábamos hace solo unos meses.

Hay un corpus doctrinal, una ideología que vertebra todos los episodios y cambios que creíamos esporádicos y reversibles. ¿Cuáles son los rasgos de esa ofensiva que bien podemos llamar neoreaccionaria?

El nacionalismo

Todos los populismos son nacionalistas. «El futuro es de los patriotas, no de los globalistas», dijo hace ya algunos años Donald Trump. Late en el fondo de sus corazones un sentimiento nacional, una recuperación de las glorias y hazañas, reales o inventadas, para alimentar ese orgullo identitario, ese sentimiento de pertenencia, ese pretendido supremacismo. «America First» es el eslogan que materializan, día sí día también, todas las políticas norteamericanas, que permea, como el agua, hacia otras latitudes y circunstancias. Es una idea pequeña y arcaica del mundo, que les constriñe en las coordenadas sentimentales de lo propio y conocido, al tiempo que generan rechazo a lo ajeno y a los ajenos, apropiándose, claro, de símbolos comunes y manipulando la historia para regodearse en el pasado.

El rechazo al multilateralismo, al Derecho internacional y a la gobernanza democrática del mundo

También aquí Estados Unidos ejemplifica y lidera este impulso a la fuerza, a la acción unilateral, al desprecio a las instituciones internacionales, al rechazo de los acuerdos multilaterales, construyendo así un mundo pilotado por nuevos imperios militares, económicos o tecnológicos. La congelación de organismos multilaterales como la Organización Mundial de Comercio (OMC), la Organizacion Mundial de la Salud (OMS) y el papel secundario y totalmente dependiente de Naciones Unidas y sus agencias son solo una parte de ese nuevo «desorden». La violación constante del derecho internacional por acciones de fuerza que afectan a la soberanía o a los derechos humanos se acepta ya como hechos consumados naturales de quien posee los medios tecnológicos o militares para ello.

Asusta pensar en un mundo regido por esos medios y por una multipolaridad desordenada, sobre todo al comprobar que grandes causas humanas (la cooperación, la paz, los derechos humanos, las migraciones, las regulaciones éticas de la digitalización y tantas otras) están pendientes de acuerdos multilaterales como lo fueron el acuerdo de París contra el cambio climático o la agenda 2030 para el desarrollo sostenible.

El rechazo a los inmigrantes

Vivimos en una paradoja insoportable: necesitamos inmigración, pero no la queremos. Nuestros hogares, nuestras fábricas, nuestros huertos, necesitan inmigrantes, pero una parte de nuestras opiniones públicas expresan crecientes rechazos a los extranjeros. Tenemos un mundo abierto en la información y en la comunicación: todos vemos todo y todos viajamos a cualquier punto del globo, pero a ellos, a los inmigrantes, les cerramos las fronteras. Incluso la ola neoliberal que se abrió al mundo y a la globalización productiva a finales del siglo pasado pretende ahora cerrar sus espacios productivos a una movilidad humana que era consustancial a aquella apertura que ellos mismos provocaron. La ofensiva reaccionaria se alimenta de estos temores, de este rechazo egoísta y paradójico de nuestras sociedades, alimentando, a veces conscientemente, otras veces indirectamente, actitudes de odio y racismo hacia otras etnias o religiones y construyendo sobre ellos el principal vector de un extraordinario apoyo electoral.

El rechazo a una Europa más integrada

Este es un rasgo propio, no importado de Estados Unidos. Un 26% de los partidos representados en el Parlamento Europeo responde a una idea profunda que ve la integración europea, es decir, el avance hacia una mayor unidad estratégica y política de la Unión, como un peligro para su identidad nacional, y rechaza el camino que demandan nuestro mercado interior, nuestra autonomía estratégica, nuestra defensa y nuestro papel en el mundo.

Es una contradicción insalvable con los intereses europeos, hasta el punto de que en algunos países donde esos sentimientos antieuropeos son más fuertes están elaborando planes para refundar la Unión como una simple unión intergubernamental en la que se deberían «renacionalizar competencias y recortar poderes de las instituciones comunitarias». Esas pretensiones son literal y directamente antagónicas a los informes Draghi y Letta, a los esfuerzos por agilizar la toma de decisiones eliminando la unanimidad, a la imprescindible creación de una defensa y una industria militar europeas, en definitiva a la construcción de la Europa federal que necesitamos. Desgraciadamente, la Europa nacionalista gobierna en Italia, Hungría y Eslovaquia, participa en los gobiernos de Finlandia, Suecia, Países Bajos y quizás pronto Chequia y amenaza hacerlo en Francia y Polonia. Este es el verdadero dilema europeo.

El rearme religioso del Estado sobre bases y códigos morales tradicionales del cristianismo

El laicismo, la aconfesionalidad del Estado, la secularización de las instituciones fue avanzando a lo largo del siglo XX en todo el mundo occidental. Pero la presencia de oraciones o pastores-sacerdotes en reuniones de gobierno y otras simbologías de cristianismo han ido apareciendo en los espacios públicos, en el seno del conflicto de civilizaciones con el que el gobierno de Estados Unidos reaccionó al atentado de las Torres Gemelas.

Hoy se expresan unidas a una concepción antigua y conservadora de algunas de las grandes controversias morales surgidas del feminismo, de los derechos de la mujer, de la concepción familiar y de la libertad en general. El código moral de los nuevos líderes antiwoke se opone al aborto, reivindica una concepción cerrada de la familia y del matrimonio, cuestiona el papel de la mujer en la vida social y limita la libertad sexual persiguiendo y penalizando las identidades personales de esa naturaleza.
La restricción de las libertades

En el fondo de esta ola persiste el viejo miedo a la libertad que caracterizó a muchos movimientos conservadores. Tres vectores explican este rasgo:

a. Las restricciones a las libertades públicas y a los derechos personales frente a la seguridad como tótem indiscutible. Por ejemplo, El Salvador, o el despliegue del Ejército en las calles de algunas ciudades americanas o las prohibiciones legales de múltiples expresiones liberales en Europa. El mundo está lleno de autocracias que limitan y persiguen las libertades de expresión, manifestación y reunión.

b. Las medidas legales contra usos y costumbres, casi siempre consecuencia de creencias religiosas distintas de las nacionales. Este es un tema delicado y confuso, pero basta simplemente señalarlo como referencia negadora de la libertad de los diferentes.

c. La preocupante interpretación que se está produciendo en tribunales internacionales restringiendo el valor y el imperio de los Derechos Humanos como base inapelable y universal de la dignidad humana.

El negacionismo del cambio climático y de las políticas para evitarlo o reducir sus efectos

El abandono de los acuerdos de París por parte de Estados Unidos y las resistencias empresariales a los compromisos medioambientales de reducción de emisiones de CO2 están disparando el negacionismo climático. Unas veces rechazando las evidencias científicas al respecto. Otras, tratando de atenuar o diluir sus consecuencias.

La admiración por los «hombres fuertes»

Muchos de los que abandonan su fe en la democracia y defienden abiertamente las autocracias admiran la verticalidad decisoria, la capacidad negociadora, la autoridad incontestable de los nuevos líderes del mundo. Hay una creciente admiración por estos «hombres fuertes», que acompañan su poder de estructuras jerarquizadas y autoritarias. En la nueva ola reaccionaria se acompaña esta admiración con argumentos que pretenden explicar la necesidad de estos nuevos «monarcas» o «CEOs», en un mundo inmediato y concatenado que exige esta autoridad jerárquica frente a las complejidades y lentitudes de la democracia misma.

El liderazgo en esta teoría de los oligarcas tecnológicos americanos, dueños, por otra parte, de las más influyentes y poderosas empresas del mundo, hace de esta amenaza el mayor peligro a las democracias y a los Estados de Derecho. Peligro que se agrava dadas sus coincidencias y convergencias con los ideólogos del Kremlin en su ofensiva antieuropea. La popularidad de muchos de los líderes iliberales actuales en todo el planeta responde a esta concepción utilitaria y supuestamente eficaz de su gestión jerárquica y autoritaria.

Publicado en revista Ethic, 7/11/2025

5 de noviembre de 2025

México y la Unión Europea: una sólida alianza

México y la Unión Europea están a punto de ratificar la modernización del acuerdo global que suscribimos en el 2000 y que durante estos últimos veinticinco años ha multiplicado por tres el
volumen de intercambio comercial entre las dos regiones.

El viejo acuerdo-todavía en vigor- no solo ha generado este crecimiento comercial, sino también
un notable incremento de las inversiones europeas en México (más de 200.000 millones de stock de capital), en inversión directa, hasta convertir a la Unión Europea en el segundo mayor inversor extranjero en México, naturalmente después de los Estados Unidos.

Con motivo de la renovación de este acuerdo y en el contexto de los procesos de ratificación del nuevo (cuyas negociaciones acabaron en enero de este año), la Fundación Euroamérica y la Comisión Europea organizamos los pasados 16 y 17 de octubre un gran foro empresarial en Ciudad de México con tres temas centrales: la sostenibilidad, la inversión y la cooperación.

México y la Unión Europea coinciden en fortalecer una alianza que ha proporcionado unas bases económicas y políticas muy sólidas. Cerca de 20.000 empresas europeas producen en México. Casi un puente aéreo conecta a través de treinta vuelos diarios México con Europa y en los últimos cinco años están creciendo las inversiones mexicanas en Europa porque sus grandes compañías miran, cada vez más de cerca, un mercado único de casi 500 millones de personas de alto capacidad de consumo.

No es solo la economía. México y Europa miran con preocupación el mundo hostil a la cooperación, al diálogo y al comercio libre que se está configurando y coinciden en la necesidad de trabajar juntos hacia un mundo ordenado y en paz, que enfrente las causas humanas desde el multilateralismo, que necesita de organizaciones internacionales fuertes, regidas por el Derecho y la cooperación y no por la fuerza y la agresión. Un mundo que se construya sobre los valores de la dignidad humana (DDHH), la sostenibilidad y la democracia.

En ese sentido, tanto México como la Unión Europea, reiteran que su asociación, además de comercial y económica, es también política y de cooperación. Así lo destacaron en el foro los diferentes representantes del gobierno mexicano. Así lo hizo, por ejemplo, la subsecretaría del Ministerio de Asuntos Exteriores, Teresa Mercado, quien aprovechó para anunciarnos su eseo de aprobar el acuerdo con Europa en febrero del año 2026. Mensajes semejantes respecto al ámbito internacional hicieron los representantes del Senado mexicano y los secretarios de Sanidad, Medio Ambiente y Energía del Gobierno, David Kershenobich, Alicia Bárcena y Luz Elena González, respectivamente. Esta última expuso los importantes retos de México en materia de agua, medio ambiente y sostenibilidad.


El Plan México

El foro sirvió también para que diferentes representantes del Gobierno mexicano expusieran las líneas básicas del Plan México, un ambicioso proyecto de inversiones públicas para la modernización del país, tanto infraestructuras físicas como tecnológicas y de inclusión social,la gran duda sobre este plan radica en las estrecheces presupuestarias del Gobierno, una senda de crecimiento económico tenue, demasiadas incertidumbres comerciales y gastos presupuestarios ineludibles, reducen considerablemente sus márgenes fiscales.

La Unión Europea, por su parte, a través de sus representantes más cualificados, entre los que se encontraba el comisario Jozef Síkela y varios representantes de empresas multinacionales radicadas en México, expusieron también sus planes de inversión y de cooperación con el país.

Todo ello, en el marco de un acuerdo México-Unión Europea que entrará en vigor, sin duda, el año que viene y que avanza en niveles fundamentales para el futuro de esta sólida alianza, como son:


  • La eliminación de aranceles a casi todas las importaciones europeas y mexicanas, lo que ampliará la competitividad y diversidad de productos en los respectivos mercados...
  • La reducción de barreras técnicas y la simplificación de trámites que agilizarán el flujo de bienes y servicios.
  • La apertura a inversiones sostenibles y de alto valor agregado, enfocadas en la innovación, la energía limpia y la digitalización.
  • La posibilidad para las empresas de participar en los concursos y en las compras públicas de todos los niveles administrativos.

En la conversación sobre todos estos temas, planeaba, claro está, la situación que atraviesa México a la espera de las negociaciones que, sobre estos mismos temas, se mantienen con Estados Unidos. Una actitud de prudencia y respeto presidió en todo momento nuestros debates, conscientes de la necesidad de no interferir en ese delicado portafolio.

Pero, ello no impedía que mexicanos y europeos mostrásemos nuestra satisfacción por los excelentes resultados que muestran estos 25 años de colaboración económica y comercial y por las importantes expectativas que nos ofrece la actualización y modernización de ese mismo acuerdo y que todos esperamos entre en vigor en la primavera del próximo 2026.

Publicado en El País, edición América.5-11-2025